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Nuestra atención es una de las cosas más valiosas que poseemos. Si tenemos alguna duda sobre el poder de la imagen visual y el valor de nuestra atención, sólo tenemos que pensar en los miles de millones  que la industria publicitaria gasta cada año en la fotografía.

Sin embargo, el mundo visible puede ser un señuelo adictivo, exagerado y debilitante espiritualmente. Cuando nos vemos atrapados en la apariencia exterior de las cosas y permanecemos explorando esas vistas estimulantes, nuestra vitalidad, el prana, fluye de nosotros.

Permitirles a los ojos que vaguen crea distracciones que nos llevan más lejos del yoga. Para contrarrestar estos hábitos, el control y el enfoque de la atención son principios fundamentales en la práctica del yoga.

Cuando controlamos y dirigimos el foco, primero de los ojos y luego de la atención, estamos usando la técnica yóguica llamada drishti.

Estamos acostumbrados a asociar el yoga con respirar y cerrar los ojos para interiorizar mejor el ejercicio, sin embargo la mirada es fundamental para nuestra práctica.

Cuando mantenemos un drishti, mantenemos la dirección de la mirada quieta. Esa mirada debe ser suave, permitiendo que los músculos que en ella intervienen estén relajados, mientras que los que intervienen en la asana sostengan la postura sin tensionar los que no sean necesarios.

Aunque todo el hatha yoga usa los drishtis de formas muy diferentes, es en la tradición Asthanga en la que son más conocidos. De hecho, la creciente popularidad e influencia del método Ashtanga Vyniasa Yoga enseñado por más de 60 años por Sri K. Pattabhi Jois, ha introducido drishti a miles de practicantes.

Por supuesto, el uso consciente de los ojos en asana no se limita a la tradición Ashtanga Vinyasa. Por ejemplo en “Luz sobre el Pranayama” BKS Iyengar comenta que“los ojos desempeñan un papel predominante en la práctica de asanas”.

Además de su uso en asana, drishti se aplica en otras prácticas yóguicas. En la técnica kriya (limpieza) de Trataka, o de mirar la vela, los ojos se mantienen abiertos hasta que las lágrimas se forman. Esta técnica no solo produje un lavado en los ojos, sino que también desafía al estudiante a practicar la sobrecarga de impulsos conscientes, en este caso el deseo de parpadear.

El conocimiento de estos nueve puntos nos puede servir de orientación para saber hacia dónde dirigir nuestra mirada en la práctica del hatha yoga. Esos nueve puntos  son los siguientes:

1.- NASAGRAI DRISHTI: la punta de la nariz. Lo podemos utilizar en la flexión de pie hacia delante (Uttanasana) o en extensiones como la rueda (Urdhva Dhanurasana).

2.- ANGUSHTA MA DYAI DRISHTI: hacia el/los pulgar/es de las manos. Se puede usar en la primera inhalación del saludo al sol (Urdhva Hastasana).

3.- BRUMADHYA DRISHTI O TERCER OJO: miramos hacia el Ajna Chakra, y lo hacemos durante la meditación o en el pez (Matsyasana).

4.- NABI CHAKRA DRISHTI: hacia el ombligo. Muy usado en la postura de asthanga del perro boca abajo (Adho Mukha Svanasana)

5.- URDHVA o ANTARA DRISHTI: hacia el cielo, como si mirásemos al infinito. Usamos este drishti en la postura de la silla (Ukatasana) o en el guerrero I (Virabhadrasana I).

6.-HASTAGRAI DRISHTI: hacia las manos, concretamente hacia el dedo corazón. Este drishti se practica en la postura del triángulo (trikonasana).

7.-PADAYORAGRA DRISHTI: hacia los dedos gordos de los pies. Lo usamos en asanas como la flexión hacia delante (paschimottanasana).

8.-PARSVA DRISHTI: hacia la derecha, por encima del hombro, lo más lejos posible.

9.-PARSVA DRISHTI: hacia la izquierda, por encima del hombro, lo más lejos posible. Utilizado en torsiones (Ardha Matsyendrasana).

Fijar la mirada en un punto hace que el el sistema nervioso reciba mensajes tranquilizadores, despierta a la mente y le confiere una dirección. Los ojos son los objetivos de la mente y a través del drishti enfocas tu conciencia.

Los drishtis también cuentan con un componente anatómico muy importante. Por ejemplo: miramos hacia la punta de los pies en la mayoría de las flexiones hacia delante en posición de sentados, lo que nos invita a alargar la parte frontal del cuerpo,  más que si mirásemos hacia el ombligo, lo que nos haría redondear la espalda.

¿PODEMOS HACER POSTURAS CON LOS OJOS CERRADOS?

Llegados a este punto, podríamos preguntarnos si podemos o debemos hacer posturas con los ojos cerrados.

Frecuentemente escuchamos o incluso decimos en nuestras clases: “Cierra tus ojos y abre tu mente”.

¿Y qué es lo que ocurre entonces?.

Tan pronto como los ojos se cierran y enfocas la atención en un punto fijo comienzas a sentir un ajuste en tus patrones de pensamiento. Permanecer con los ojos cerrados durante la práctica permite mantener una postura durante más tiempo, siempre que no necesitemos la información visual, como ocurre en las posturas de equilibrio.

Sin información visual que procesar, nuestros ojos se relajan y consiguen liberar gran cantidad de energía que podemos utilizar en la postura.

LA MIRADA INTERNA

Pues bien, todo lo dicho hasta ahora alude a la proyección de la mirada.

Ese mismo ejercicio de focalizar totalmente la mirada en un punto, es lo que nos conecta con lo que podemos denominar “la mirada interna o hacia adentro”. Esta mirada es la que se dirige a la posición del cuerpo, a las zonas de tensión, a los puntos que hay que relajar, a la respiración, y a los pensamientos.

La concentración de la mirada en un punto ayuda a aquietar la mente y a despejarla de pensamientos, favoreciendo una práctica centrada en el presente, atenta y consciente del cuerpo y de la mente.

A través de los drishtis, purificamos nuestra mente y ésto nos conduce al estado de meditación.

No podemos olvidar la máxima yogui que refiere: “donde se dirige nuestra atención, fluyen las corrientes energéticas”, lo que se traduce tanto en términos de nuestro modo de movernos, como por la calidad de aquietamiento de la mente.

El prana sigue a la conciencia. Si nuestra conciencia está dispersa, entonces nuestro prana reflejará esas mismas cualidades y se hará evidente en nuestro comportamiento, en nuestras opciones de vida tanto sobre la esterilla como fuera de ella.

El drishti por tanto es como una mirada interna que tiene poco que ver con una mirada física. La mención del ombligo o de la nariz es solo ilustrativa: ilustra la dirección del gesto visual.

Así pues, no importa la dirección en la que estamos mirando físicamente, drishti nos enseña a perfeccionar la práctica de mirar hacia adentro, y significa también una visión, un punto de vista o de inteligencia o sabiduría.

Nuestros ojos sólo pueden ver objetos frente a nosotros que reflejan el espectro visible de la luz, pero los yoguis buscamos ver una realidad interna que normalmente no es visible. Nos damos cuenta de cómo nuestros cerebros sólo nos permiten ver lo que queremos ver, una proyección de nuestras propias ideas limitadas. A menudo nuestras opiniones, prejuicios y hábitos nos impiden ver la unidad.

Al igual que todas las prácticas yóguicas, drishti utiliza los dones benditos de un cuerpo humano, y la mente, como puntos de partida para conectarse a nuestro potencial completo, el manantial que es la fuente de cuerpo y mente.

Cuando despejamos nuestra visión de la cobertura de hábitos, opiniones, ideas y proyecciones sobre lo que es real y lo que es falso, miramos más allá de las diferencias externas y nos dirigios hacia la Verdad absoluta.

Entrenar a nuestro cuerpo para que haga lo que la mente le dice, es algo muy poderoso, ya que también se fortalecen el enfoque y la disciplina, pero controlar nuestros sentidos puede hacer que trascendamos – trascender el dolor físico, trascender los cinco sentidos, trascender la ilusión de separación, trascender a la conciencia superior y la unidad.

Drishti mejora dharana (concentración) y pratyahara (retirada de sentido), las cuales, según Patanjali, son una guía para alcanzar el samadhi o la iluminación.

Así pues, si estamos intentando alcanzar tales alturas, o simplemente mejorar nuestro equilibrio, usar un drishti es una herramienta de gran alcance hacia ambos.

Tú decides hacia dónde mirar.

Gracias a la fuente:

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